ALL ABOUT BÁRBARA. 2009
All about Barbara from Helena on Vimeo.









Regresa a España y conoce a Teresa una actriz de Cabaret en Zaragoza.
Ella le habla de todo lo que es el cabaret. (Belén Cuesta)
Una actriz es una mujer que vive y habla de la vida, y representa la vida, y vuelve a vivir. Una actriz es una persona que acredita en la vida, que tiene una responsabilidad con la vida… con la vida en general, con su vida en particular, yo soy actriz, Bárbara Heidegguer también. Bárbara trabajó conmigo en el Cabaret La Plata en Zaragoza, el primer café cantado del mundo, el primer cabaret de la historia… Bárbara trabajaba de camarera, estaba quemada de interpretar, había viajado tanto que deseaba no moverse más. No pensar, reflexionar, ¿lista no? yo conozco a la verdadera Bárbara, la Bárbara de las sombras… la luz quema la realidad, aplana… sabes. La Bárbara mediática que todos decís conocer no es más que la imagen aplanada de Bárbara, la imagen sin relieve, sin volumen. Bien yo la conocí una noche que ella vino a pedir trabajo, era amiga de una de nuestras vedetes, Bárbara Rey, me la había recomendado como amiga… la vi, la probé y la contraté. Era muy trabajadora… en tres meses lloró frente a mí más de 1000 veces, Bárbara sufría por todo lo que le ha tocado vivir, la posguerra, las enfermedades, el hambre, y lucha contra todo con todas sus fuerzas. Pero Bárbara llora sola, y cada noche al público le brindaba la mejor de sus sonrisas. En menos de un año, sin quererlo se convirtió en primera vedette del Café La Plata. Cantaba como los dioses, bailaba como la Duncan, era una Súper Vedette.
Una mujer que llora sonriendo, no quiere hacer llorar, llora ella, pero no desea aportar más dolor a este mundo. Bárbara odiaba el dolor, por eso sufría tanto… por eso reía tanto, Bárbara es una de mis grandes amigas, donde quiera que esté, su risa contagiosa me perseguirá siempre.













EL ESPACIO DE LAS APARIENCIAS. 2006
El espacio de las apariencias from helena maroto on Vimeo.













Qué asco.
Que asco más rico.
Rosa
Yo nunca me he acostado con un hombre, estuve a punto pero no fui capaz.
Amparo
Si se trata de un hombre como el mío no te pierdes nada.
Los hombres son unos cerdos, te utilizan. No te pierdes nada, si no los pruebas, no los necesitas. Ojalá yo no hubiese conocido a Carlos, ni a ningún otro.
Azucena
Si te toca uno como el mío ves las estrellas.




No lo soporta. Yo tampoco. La entiendo, la comprendo perfectamente (mientras su amiga sigue llorando) porque a veces recordar es volver a vivir, y a veces recordar es más doloroso que vivir. Yo una vez, que mi marido llegó a casa con una guarra y la metió en su dormitorio, ya no dormíamos juntos claro, quise morirme, pero a las cuatro horas ya estaba arrepentida, y deseaba vivir… Sin embargo era tarde, estaba en la bañera, con el agua al cuello rodeada de sangre. Me salvó mi hija, la fea. Mi marido ni se inmutó, yo me arrepentí de haber intentado matarme. Mi pensamiento nunca es definitivo, vivir no es definitivo, solo la muerte lo es. Por eso mi hija se fue de casa, decía que yo estaba loca, y que la estaba volviendo loca a ella. Tiene gracia, yo desangrándome y ella gritando que me odiaba, que yo era la causa de todos sus problemas, será idiota. Mi marido ni salió de su habitación, y mi hija siempre me negó que él estuviera ahí, encerrado, cogiendo con la guarra de mi vecina. Tuvo que ser patético verme, allí, en esa bañera sin peluca, calva completamente y teñida de rojo por la sangre… por eso entiendo que tú Rosa odies el rojo, Y que Matilde no soporte ver a nadie follar cerca de ella. Las mujeres recordamos demasiado, por eso no podemos ser felices, hay que ser hija de puta, olvidar, hacer falsas amigas, olvidar, y tomar café ¿De qué hablarán las amigas? Ya os lo dije, no he tenido amigas nunca. Cuando salí del hospital, me ingresaron en uno de esos centros para enfermos mentales, puede parecer curioso pero estaba mejor que en casa, pero claro mi marido y mi hija se olvidaron de pagar y un buen día me echaron a la calle como se echa la basura. Y tuve que volver a casa. Cuando llegué, mi marido era un compendio de adicciones, alcohol, mujeres, la televisión, y su peluquería. Se pasaba todo el día atento a ese pelo suyo que era como un altar. Raya al medio, gomina. Raya al lado gel y laca. Pelo corto brillantina y afeites. Odio el olor de las peluquerías, me da tanto asco como el de las pescaderías, por cierto que mi hija la cara pez, la que tenía más pelo en las piernas que muchos de los hombres que conocí, se casó y acabó encerrada en una casa limpiando y cocinando como una esclava. Finalmente encontró su pecera, muy chiquita, como su mente. Si yo hubiese tenido su edad me habría largado a la capital. Sí, me habría escapado, y habría tenido una segunda oportunidad, como unas de mi pueblo que se vinieron y contaban que vivían en unos departamentos preciosos, de esos con dos ambientes y terraza, pero yo no pude, que va, primero yo no me lo permití, y después mi marido no me dejó. Una ciudad grande, da mucha libertad, y seguro que no me habría quedado calva.