13abr 2010

ME MUERO, ME MUERO, 2007.

Amparo
(Se pone crema en la cara y habla a la vez) No sé si ayer me puse la crema suficiente. Mi cara, sí mi cara, mi piel, necesita crema, se lo digo a mi hija Adela, ponte crema, pero ella no me hace caso, no confía en la eficacia de los cosméticos, es terca, como su padre; mi marido, sí, mi marido, otro que no me hace caso, que nunca me ha hecho caso cuando tenía que hacérmelo. Mi marido y mi hija se parecen… (Pequeña pausa) Se parecen mucho, sí, mi hija y mi marido digo, hasta en el tipo de piel, esa piel áspera, dura como el cuero seco, parecen escamas de pez muerto, sí, mi hija tiene cara de pez muerto, como su padre. No es hermosa como yo, no, ni como mi familia, como los míos. En realidad nada entre Manuel y yo puede ser hermoso, nuestra vida juntos ha sido espantosa. Necesito un poco de contorno de ojos. Los ojos lo recogen todo, lo he leído en mil sitios, todo lo que tu has visto está en tus ojos, por eso yo tengo tantas arrugas por que he visto demasiado, demasiadas cosas feas, y de tanto ver una se va convirtiendo en lo que ve, por eso yo soy así. Yo no tengo la culpa de ser como soy, de ser esto en lo que me he convertido, y es que una se acaba convirtiendo tarde o temprano en lo que ve , una es lo que ve, lo que ve y lo que escucha.
Azucena
Eso es amor hija de puta, y sigo pensando que has follado poco y mal. Sin embargo, Paco, lo hacía tan bien, tenía el sexo más bello que jamás haya existido, era como la pieza del puzzle que me encajaba perfectamente, tenía el tamaño, y el olor perfecto, era esa música que entraba con un pequeño dolor y que se transformaba en el mayor de los placeres.

Matilde
Qué asco.
Azucena
Que asco más rico.  

Rosa 
Yo nunca me he acostado con un hombre, estuve a punto pero no fui capaz.  

Amparo
  Si se trata de un hombre como el mío no te pierdes nada.
Matilde
Los hombres son unos cerdos, te utilizan. No te pierdes nada, si no los pruebas, no los necesitas. Ojalá yo no hubiese conocido a Carlos, ni a ningún otro.
 
Azucena
Si te toca uno como el mío ves las estrellas.
La pareja que ha estado todo este tiempo con peleas y reconciliaciones, empieza a practicar sexo con mayor intensidad. La orquesta comienza a sonar y un nuevo tema inunda el café porteño, pero esta vez las mujeres se levantan de sus sillas y resuelven una coreografía con decadente y posmoderno estilo. La canción es un mambo instrumental, El Mamborama de Tito Puente.
 
Amparo
No lo soporta. Yo tampoco. La entiendo, la comprendo perfectamente (mientras su amiga sigue llorando) porque a veces recordar es volver a vivir, y a veces recordar es más doloroso que vivir. Yo una vez, que mi marido llegó a casa con una guarra y la metió en su dormitorio, ya no dormíamos juntos claro, quise morirme, pero a las cuatro horas ya estaba arrepentida, y deseaba vivir… Sin embargo era tarde, estaba en la bañera, con el agua al cuello rodeada de sangre. Me salvó mi hija, la fea. Mi marido ni se inmutó, yo me arrepentí de haber intentado matarme. Mi pensamiento nunca es definitivo, vivir no es definitivo, solo la muerte lo es. Por eso mi hija se fue de casa, decía que yo estaba loca, y que la estaba volviendo loca a ella. Tiene gracia, yo desangrándome y ella gritando que me odiaba, que yo era la causa de todos sus problemas, será idiota. Mi marido ni salió de su habitación, y mi hija siempre me negó que él estuviera ahí, encerrado, cogiendo con la guarra de mi vecina. Tuvo que ser patético verme, allí, en esa bañera sin peluca, calva completamente y teñida de rojo por la sangre… por eso entiendo que tú Rosa odies el rojo, Y que Matilde no soporte ver a nadie follar cerca de ella. Las mujeres recordamos demasiado, por eso no podemos ser felices, hay que ser hija de puta, olvidar, hacer falsas amigas, olvidar, y tomar café ¿De qué hablarán las amigas? Ya os lo dije, no he tenido amigas nunca. Cuando salí del hospital, me ingresaron en uno de esos centros para enfermos mentales, puede parecer curioso pero estaba mejor que en casa, pero claro mi marido y mi hija se olvidaron de pagar y un buen día me echaron a la calle como se echa la basura. Y tuve que volver a casa. Cuando llegué, mi marido era un compendio de adicciones, alcohol, mujeres, la televisión, y su peluquería. Se pasaba todo el día atento a ese pelo suyo que era como un altar. Raya al medio, gomina. Raya al lado gel y laca. Pelo corto brillantina y afeites. Odio el olor de las peluquerías, me da tanto asco como el de las pescaderías, por cierto que mi hija la cara pez, la que tenía más pelo en las piernas que muchos de los hombres que conocí, se casó y acabó encerrada en una casa limpiando y cocinando como una esclava. Finalmente encontró su pecera, muy chiquita, como su mente. Si yo hubiese tenido su edad me habría largado a la capital. Sí, me habría escapado, y habría tenido una segunda oportunidad, como unas de mi pueblo que se vinieron y contaban que vivían en unos departamentos preciosos, de esos con dos ambientes y terraza, pero yo no pude, que va, primero yo no me lo permití, y después mi marido no me dejó. Una ciudad grande, da mucha libertad, y seguro que no me habría quedado calva.
Azucena
En las ciudades grandes hay dolor grande, hay dolor vertical…Y no te quejes tanto que tampoco estás tan mal con peluca… y por lo de tu marido haberte separado antes cobarde, o haberlo tenido contento. Si a mi Paco lo hubiese dejado la guarra esa libre, ahora seríamos felices. Las mujeres casadas sois unas cabronas, que amargáis a vuestros maridos con facturas y letras. Yo quería a Paco sin papeles ni facturas.
Matilde
Tú pagabas a Paco para que estuviese contigo, o sea que lo amarrabas con papeles, eso no es amor, es prostitución.

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